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C’era un ragazzo

C’ERA UN RAGAZZO CHE COME ME AMAVA I BEATLES E I ROLLING STONES

(Mauro Lusini-Franco Migliacci) – Gianni Morandi, 1966

El autor de la música es Mauro Lusini y Franco Migliacci escribió las palabras del texto en diez minutos entre dos platos, en una típica taberna de Roma. Franco había escrito este texto para él que iba a registrar el disco poco tiempo después. Y Mauro estaba orgulloso, había comprendido que finalmente iba a tener la posibilidad de llamar la atención en el mundo musical de aquella época. Pero yo, con toda mi testarudez de montañés, insistía para que me dejasen esta canción. Los responsables del RCA se opusieron a eso. El director, Ennio Melis, que había sido hasta entonces el artífice de mi éxito, dijo que habría sido mi ruina: Morandi no podía cantar una canción tan revolucionaria. El público quería a un Gianni romántico y sonriente, eterno joven-hombre despreocupado al que te cruzas por la calle, no un promotor indolente hostigador. ¡Qué sean otros los contestatarios! Pero resistí hasta que en diciembre de 1966, en el Festival delle Rose en el hotel Hilton de Roma, la RAI me amenazó con oscurecerme si cantaba las palabras «Vietnam» y «Vietcong». Fue en aquel momento, por propia iniciativa, que dí una auténtica sorpresa. He aquí cómo.

Antes de la exhibición, Melis muy enfurecido le pasó el teléfono a Migliacci, era los directivos de la RAI quienes le impusieron que cambiase el texto de la canción. Le dijeron que tenían una solución: poner “Corfou» y “Cefalù» en lugar de "Vietnam» y "Vietcong». ¿Cefalù? ¿Corfou? ¿estamos bromeando? Migliacci no podía aceptar tal postura, aunque la penalización era el oscurecimiento y no solo: se llegó a decir que nuestro país, a través de la voz de uno más populares intérpretes de la canción, no podía ponerse en contra de una nación amiga.

Migliacci y Morandi arriesgaban que les retiraran su pasaporte. Franco me reunió a toda velocidad en mi camerino poco antes del directo. Cerró la puerta y me ilustró rápidamente la situación. No había nada que hacer: cuando el talento es tan evidente, las dificultades pueden sólo exaltarlo.

Franco, muy tranquilo, me dice: “vamos a hacer así, en lugar de Vietnam y Vietcong, cantarás: «Ellos me dijeron vaya tu - tata y disparas tatata... tara-ta-ta-ta, tara-ta-ta-ta». Comprendí el mensaje y me presenté sobre la escena.

Entrando me di cuenta de la presencia de sombras amenazadoras escondidas en los bastidores del teatro. Fui cercado por todo el estado mayor musico-televisivo de la época, un despliegue que me excitaba.

Finalmente fue mi vuelta, las luces se apagaron y vi la luz roja de la enorme cámara hasta que la cámara encuadró en primer plano mi bonita carona. Un sentimiento de omnipotencia me invadió y finalmente pude dar un sentido a la adrenalina que me invadía. Un haz de luz blanca se encendió y ya no tuve miedo.

Los aplausos cesaron, empezó a tocar la orquesta y comprendí que poseía en la garganta un aullido que se oiría lejos. «C’era un ragazzo che come me amava i Beatles e i Rolling Stones, girava il mondo, veniva dagli Stati Uniti d’America... » (había un chico que como a mí le gustaban los Beatles y Rolling Stones, recorría el mundo, venía de los Estados Unidos …) Acabo la primera estrofa como querían. Evité la manzana de la discordia peligrosa. Obedezco censurando la divulgación de este problema asiático, cantando «ta-tatatà» según lo convenido con Franco.

Pero ese corte mutilaba demasiado la canción, lo hacía demasiado común. Me sentía como entre los padres salesianos, reprimido por la disciplina de un internado. ¡ La primera canción por la qué había luchado tanto .. vaya, no podía hacer esto! «Non ha più amici, non ha più fans, vede la gente cadere giù... » (no tiene más amigos, no tiene más partidarios, ve a la gente caer ..). En aquel momento, literalmente transportado por la fuerza del trozo de canción, improvisé un movimiento hábil para dar la espalda a las cámaras. Crucé en el negro el reflejo del cuello de la camisa de Franco luego su mirada y abrí desmesuradamente los ojos. Había enviado la señal. Me volví frente al público con toda la fuerza necesaria para continuar: «Nel suo Paese non tornerà, adesso è morto nel Vietnam! Stop coi Rolling Stones, stop coi Beatles stop!»(¡En su país no volverá, ahora murió en Vietnam! ¡ Stop en Rolling Stones, stop en Beatles stop!)

El grito salió magnífico y equilibrado, se elevó imperiosamente en todo el teatro. ¡ Lo había dicho, había dicho «Vietnam»! Lo había dicho y había lanzado allá arriba esta armonía perfecta de música y palabras.

¡Qué sensación increíble de superioridad! Sobre todo en aquella época; desafiar la autoridad de los ministros, notables defensores de las instituciones. Naturalmente hubo un barullo. La derecha se colocó en contra de nosotros y la izquierda a nuestro favor. A pesar de su apuesta de desafiar el sistema, Migliacci fue escogido más tarde como garantía del desembarco de Mogol y Battisti en América. Increíble.

 

Extracto de: Morandi, Gianni-Ferrari, Michele, Diario di un ragazzo italiano, Milano, Rizzoli, 2006, pp. 23-25

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